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El Mensaje en la Botella de Cristal

De reyes y otros opiáceos ...

 

  ...nos encontramos en un pequeño lago en los bosques del Palermo, una gran zona verde arbolada que se escurre entre las grandes avenidas próximas al Río de la Plata.

  Más allá de  Avenida Libertador (la más ancha autopista urbana del mundo) con Sarmiento, próceres de la nación.

 

Libertador 

 Esta gran arboleda humaniza un poquito esta parte de la ciudad, que es como un laberinto de "autos" del que no es fácil escapar...

 De hecho, me pone un poco nervioso cruzar estas grandes avenidas, en las que el semáforo de peatones se pone a parpadear en rojo al poco de pisar el asfalto... Hace unos días vi saltar un peatón por los aires, tras ser embestido por un coche que no respetó el semáforo en rojo (cosa bastante común en Buenos aires, lo de el semáforo... no las embestidas ). Me quedé unos minutos aterrorizado, mientras el tipo yacía a lo lejos en el suelo, y en la avenida se organizaba un gran "quilombo" mientras llegaba la ambulancia. Pasamo de prisa, acelerando el paso... no quiero mirar. 

 Volviendo al bosque de Palermo, en el que recobrábamos la respiración y cierta paz de espíritu. Nos tumbamos frente a un bonito lago que parece un espejismo en un desierto de asfalto. Bandadas de ocas hacen las delicias de los más pequeños y de Maia. Cerramos un poco los ojos... en posición horizontal, inducidos por la siesta de Maia. Al rato, semidormidos, unos cánticos masivos nos despiertan a lo lejos... se acercan, poco a poco. Una especie de turba festiva avanza por las avenidas peatonales que recorren los bosques de Palermo. Dado que estas envuelven prácticamente casi en círculo el lugar dónde descansabamos, nos vemos rodeados de una atmósfera que, con la bruma y el anochecer se me antoja entre onírico y surrealista. Menudo espectáculo. Increíblemente, Noelia y Maia siguen dormidas mientras los hinchas del River Plate redoblan sus cánticos en su avance deportivo-militar. 

  Horas después, reponemos fuerzas en una "Cafetería Martínez", en la que cae en mis manos la portada de domingo de un periódico que celebra que un paisano a introducido un balón entre unos palos de madera, en otro hemisferio, vestido con colores azulgrana. El rey.

 

El Rey - opio

 

...

 Sin que venga a cuento ... , me viene a la cabeza lo que me contaron entorno al Mundial de fútbol en Argentina.

 Corría el año 1978, y el país había caído dos años antes bajo la sangrienta dictadura del general Videla. A unas "cuadras" de donde escribo (en el barrio de Belgrano), en la ESMA se produjeron sistemáticas sesiones de torturas y "desapariciones" de los tachados como subversivos por el férreo régimen militar. Los Neeskens,  Zico,  Zoff, Kempes, Platini, Rummenigge jugaban con sus respectivos equipos nacionales (Holanda, Italia, Argentina, Francia, Alemania...) sobre el césped de los campos de fútbol del país. Los gritos de celebración de los goles se confundían con los gritos de dolor. Poco después yo intercambiaba cromos de esos mismos jugadores en el patio del colegio en Barcelona.

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