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El Mensaje en la Botella de Cristal

La soledad de los números primos

La soledad de los números primos

 

Creo que el magnetismo de este libro radica en el hecho de que haciendo uso de capítulos cortos de prosa sencilla y espléndida, y alternando las vidas de uno y otro, cuál partida de ajedrez, Paolo Giordano (el autor)  nos cuenta la extraña pero inevitable historia de amor entre Mattia y Alice, personajes con los que uno empatiza desde el principio y a los que llegamos a conocer como a nosotros mismos. Yendo más allá, diría que a través del devenir de Mattia y Alice, uno acaba conociéndose mejor a sí mismo...

   Nada más abrir las primeras hojas del libro, sin esperarlo, leemos conmocionados sobre dos acontecimientos, trágicos y emotivos, que tanto afectarán en sendas evoluciones vitales de los protagonistas, entonces apenas unos niños a las puertas de la adolescencia. Sus vidas han sido marcadas por diversos hechos. Alice sufrió un grave accidente mientras se encontraba esquiando, mientras que Mattia carga en sus espaldas con la responsabilidad de no haber sabido cuidar a su hermana melliza, quien se perdió en un parque.

 

 Afectados por un pasado cruel, por esos sucesos/traumas infantiles que todo determinarán, que marcarán la trayectoria vital de ambos como un estigma, vemos cómo Alice y Mattia hacen de sí personas solitarias sin más misión que la de avanzar, la de sobrevivir rodeados de una sociedad en la que nunca se sentirán cómodos. Ella haciéndose querer, él sin querer ser querido. Los difíciles momentos de la adolescencia, donde la crueldad sin límites de sus compañeros les pondrá en el borde del precipicio día tras día... Alice y Mattia nos llevan, sin casi pretenderlo, a su interior, dejándonos atisbar su inmenso sufrimiento, las causas básicas de un presente y de un futuro no elegido, sino encontrado, fruto de los vaivenes de sus extremas personalidades y de la suma del día tras días, de las palabras no dichas o, más concretamente, de la incapacidad de decirlas,  y haciéndolo, de relacionarse con los que les rodean. "La soledad de los números primos" puede verse también como una vivencia de lo turbador que el aislamiento individual puede llegar ser.

 

El azar ha ordenado algunos números primos -que se dividen sólo por 1 y por sí mismos- en parejas que se aproximan sin llegar a tocarse: 11 y 13, 17 y 19, 29 y 31, 41 y 43...

 

  A mi parecer, lo que plantea el libro no es cosa únicamente de la desorientación de la etapa adolescente,  todos podemos compartir esa experiencia, en mayor o menor medida, porque estamos condenados a cierto grado de aislamiento, a sentirnos individuos – incomprensibles a nuestros propios ojos-  incapaces de vencer la distancia que nos separa del tú, insalvable. Todos hemos tendido alguna vez puentes, que resultaron inútiles. Todos nos hemos herido al hacerlo, y tenemos en nuestro interior profundas cicatrices que nos convierten en ’veteranos de esa guerra’, de las trincheras desde las que, en algún momento, cada uno de nosotros arremetió contra los demás con su soledad como ariete, o arremetió contra sí mismo, contra su soledad...

 

 Creo que la virtud de este libro es, como refleja la metáfora de los números primos de plantear la siguiente cuestión, ¿habremos perdido la capacidad de satisfacer el hambre de lograr la unidad con el otro, o al menos esa sed infinita de compartir nuestra soledad?. Pero la sed persiste.

    

3 comentarios

Anónimo -

y de mi querido Jaime Gil de Biedma, en un plano mucho más intimista y frívolo no exento de amargura, auque me gustan todas, pondré la que resume creo yo su alma :.-) os pongo dentro de mis poemas favoritos el que más me gustó: para ustedes :-)
Pandémica y celeste

quam magnus numerus Libyssae arenae
................................................................
aut quam sidera multa, cum tacet nox,
furtiuos hominum uident amores.
Catulo, VII


Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !

Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d'être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.

Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.

cristina -

"PAÓ"
Els poemes de Joan Brossa
Els poemes de Joan Brossa Amb motiu de celebrar el cinquanta
aniversari de gerència dins l'empresa
Bonet i Mata, tot el personal de la
seva plantilla li dedica aquest pergamí
en agraïment i com a record de
tal diada.

Cristina -

Jordi!"
quiero comentar y reivindicar un poeta espléndido, de Zamora, de un pueblo llamado Tábara... León Felipe..
El poeta zamorano, por su talante radical, no se ha librado del tópico del quijotismo español. La contradictoria imagen del caballero de la Triste Figura fue utilizada literariamente por casi todos los escritores de principios de siglo, pero León Felipe no ve en don Quijote al hidalgo iracundo en posesión de la verdad dispuesto a arremeter contra todo el que le lleve la contraria, sino al ingenioso caballero que en un salto al futuro habla con Sancho de la paloma de Picasso, Alberti o Francisco Pino:

-Todos andan buscando, Sancho, una paloma por el mundo y nadie la encuentra.
-Pero ¿qué paloma es la que buscan?
-Es una paloma blanca que lleva en el pico
el último rayo amoroso de luz
que queda ya sobre la tierra.

Él mismo quiso dejar clara su postura respecto al Quijote:

La gente suele decir, los americanos,
los norte-americanos suelen decir:
León Felipe es un "Don Quijote".
No tanto, gentlemen, no tanto.
Sostengo al héroe nada más ...
y sí, puedo decir ...
y me gusta decir:
que yo soy Rocinante.

Los escritores de la generación del 98 encerraron al Cid bajo siete llaves, para desenterrar a un estrafalario manchego, "monomaníaco", según Menéndez y Pelayo, como prototipo del carácter español. León Felipe no se identificaba ni con el hidalgo justiciero unamuniano, ni con sus seguidores del 98:

Miradla
los mastines del 98, que en cuanto ganasteis la antesala, dejasteis de ladrar, pactasteis con el mayordomo, y ahora en el destierro no podéis vivir sin el collar pulido de las academias.

Tal vez entre sus versos más logrados se encuentre esta malaventura que le echa a Franco, el gran responsable de la guerra:

Tuya es la hacienda,
la casa,
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡Mudo!
¿Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?